El esteta oriundo de Acapulco vivió la crudeza de una sociedad que lo juzgó y lo marginó; “en el CMLL me dejaron claro que por sus políticas no querían ni exóticos ni gays”, relata

“No hice mucho en la lucha, pero hice historia”, asevera Polvo de Estrellas. Corría el año 1984 cuando comenzaba a correr un rumor que aterraba al mundo; el SIDA pasó a estar en boca de todos; la mortal enfermedad barría América del Norte y los prejuicios sociales ponían a la homosexualidad como sinónimo del mentado mal. Justo por aquel año, en Acapulco, Guerrero, en paralelo, nacía un esteta que, como paradoja de su profesión, emprendía una lucha contra los señalamientos y la discriminación. 

Hoy se le conoce y se le respeta, pero no siempre fue así. Su camino en el pancracio lo inició como Siniestro, también fue la Llorona Loca, Mala Sangre, Amadeus, etcétera; tuvo tantos nombres como enemigos. Gay abiertamente desde siempre; su inclinación sexual le brindó más batallas y sin sabores que los que vivió en el cuadrilátero; sin embargo, hubo un momento en el que tuvo que elegir entre su género y su profesión. 

“Siempre he tenido modales femeninos; fui abierto en mi sexualidad y me persiguió el estigma de mis preferencias, me decían que la lucha libre no era para jotos, era para hombres fuertes. Después de algunos años me di cuenta que los vestidores estaban llenos de homosexuales que se reprimían por ese sesgo. Ni siquiera me decían gay, me decían puto, pero supe capitalizar esa desazón y los convertí en fortaleza. El inicio de mi carrera fue lo más duro porque me daban fuerte para que claudicara. Escuchaba cómo el mismo profesor le decía a los experimentados que me golpearan para que no aguantara, porque no me querían. Mi familia y yo sabíamos de mi condición, pero llegó un momento en el que me tuve que ocultarlo para no ser marginado”, relata el esteta exótico en una larga charla. 

A la par de ese infundado señalamiento social, Polvo mantuvo otra reyerta, una más común, la de buscar oportunidades lejos de su terruño. 

“Dejé mi tierra para no ser señalado, aquí en la Ciudad de México eran más abiertos, pero la lucha era mal pagada. En Acapulco hubo un tiempo en que no me dejaban ni luchar y después de años y años de constante pelea e insistencia, no sólo logramos más apertura para los de mi género, también ahora se les da más oportunidades a las mujeres”, narra. 

Luego, ya con un nombre ganado y con el alma bien curtida, volvió a casa para ser la aduana de los estetas que visitaban las tierras guerrerenses, hasta que por cuestiones de la vida regresó a la capital, donde el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) le cerró la puerta de forma cruel. Pero él, con la filosofía de un caudillo, supo apechugar para luego emerger en una nueva faceta. 

“Luché mucho tiempo como independiente. En Acapulco era yo el que recibía a los estelares que iban, pero la lucha de Guerrero cayó en un bache. Me vine al CMLL y ahí me dejaron claro que por sus políticas no permitían ni exóticos ni gays, entonces me llevaron a Cuatro Caminos y ahí fue donde me propusieron ser exótico; tarde seis meses en decidirme, porque me daba miedo quitarme la máscara, venía de sufrir 12 años de discriminación, 12 años como Siniestro, de aguantar señalamientos o lo visceral que eran conmigo y no estaba preparado para un cambio. Fue el hambre y las ganas de sobresalir lo que me empujaron”, reflexiona. 

Pero dice que al final del túnel siempre sale la luz y para él salió, ya sea por moda o por circunstancias, el acapulqueño, quien durante mucho tiempo fue excluido, un día recibió el lugar que se merecía y ahí se mantiene. 

“A finales del siglo pasado Televisa nos vetó y como ellos mandaban, todos los medios lo seguían; fueron dos años casi de persecución, era un miedo que también la sociedad alimentaba, que no nos llamaba exóticos, nos decían putos, pero el señor Antonio Peña, quien era un visionario, nos cuidó, hasta que Televisa sacó un programa de un personaje que era abiertamente gay y el programa les pegó mucho, ahí fue donde ya nos volvieron a dar carta abierta para que regresemos y hasta la fecha así nos mantenemos”, concluye. 

“Esta industria le abrió las puertas al género porque siempre respondimos y pese a que la sociedad nos señala, también nos han ocupado como una herramienta. Los comediantes hacen chistes de gays porque es lo que más les vende”