
Se buscan! Esta es la lista de los 5 pugilistas mexicanos más letales de la historia, quienes, ya sea por la vía del cloroformo (nocaut), o por decisión técnica, han sido catalogados como armas blancas, por haberle infligido dolor y severos daños a sus oponentes arriba del ring.
JULIO CÉSAR CHÁVEZ

(107 VICTORIAS, 6 DERROTAS, 2 EMPATES, 85 KO)
Todo deporte tiene su “César” y en el boxeo dicho título recayó en la figura del oriundo de Ciudad Obregón, Sonora, quien, estadísticamente, con su marca de 107 victorias, 6 derrotas 2 empates y 85 nocauts, es considerado el mejor boxeador mexicano, libra por libra, de la historia. Su inconfundible estilo, que se caracterizaba por una colosal pegada, resistencia y por ir siempre hacia al frente, lo llevaron a coronarse campeón en tres diferentes categorías: Superpluma, Ligero y Superligero, viviendo su esplendor boxístico durante la década de los 80`s y principios de los 90´s. “El César del boxeo” fue profeta en su propia tierra. Un fenómeno de masas que abarrotaba cualquier plaza, como se pudo comprobar el 20 de febrero de 1993, al congregar a 130 mil almas dentro del Estadio Azteca, que a todo pulmón corearon su nombre cuando derrotó por nocaut, en el quinto round, a Greg Haugen. Su fama e impacto por el mundo fueron tan grandes que, inclusive, tuvo su propio videojuego en la consola de Super Nintendo. Su caída de Constantinopla resultaron ser el par de derrotas frente a un joven Óscar de la Hoya, combates donde fue superado ampliamente, en una clara prueba de su tardío regreso.
SALVADOR SANCHÉZ

(44 VICTORIAS, 1 DERROTA, 1 EMPATE, 32 KO)
“Los genios viven de prisa, a una revolución mayor que el promedio, por lo tanto, “Sal Sánchez”, el 2 de febrero de 1980, con apenas 21 años, se adueñó del cinturón mundial de peso pluma del CMB, al noquear a Danny “Colorado” López, convirtiéndose en uno de los peleadores mexicanos de menor edad en ganar un campeonato. En un lapso de dos años y medio, defendió dicho cetro en nueve ocasiones; todo rival sucumbía ante la elegancia de su técnica y la letalidad con sus puños, como el boricua, Wilfredo Gómez, con quien “Sal Sánchez” disputó su más afamada pelea. Antes de la reyerta, el puertorriqueño se la pasó denostando a Sánchez, envalentonado por la fama de ser la “ némesis de los pugilistas mexicanos”. Por lo tanto, millares de mexicanos disfrutaron cómo la fanfarronería de Gómez quedó hecha trizas al ser masacrado por “Sal”, lo que lo encumbró. Prácticamente invencible en el ring, solo la muerte pudo derrotarlo, con apenas 23 años, a causa de un accidente automovilístico, a bordo de su Porche 928, al ser embestido por un camión de carga, la madrugada del 12 de agosto de 1982, en la carretera Querétaro – San Luis Potosí. Solo el infortunio le impidió convertirse en el mejor boxeador de todos los tiempos.
RUBÉN » El PÚAS» OLIVARES

(89 VICTORIAS, 13 DERROTAS, 3 EMPATES Y 79 KO)
Nadie mejor que “El púas” para ejemplificar la escuela del pugilismo azteca: técnica depurada, defensa y bravura arriba del ring, cuyo patentado y principal golpe es el gancho al hígado. Letal arma con la cual Olivares basó sus más importantes victorias sobre Lionel Rose, Efrén Torres y Bobby Chacón.
El, muy justamente llamado “orgullo de la colonia Bondojito”, se volvió un ejemplo de superación para las masas durante gran parte de los 70´s y 80´s, al conseguir 79 de sus 89 victorias por la vía del nocaut, gracias a una prodigiosa izquierda e inusual resistencia, que le permitieron coronarse campeón, tanto en peso gallo como pluma. Olivares, de carácter sereno y amable fuera del cuadrilátero, tan pronto se colocaba los guantes se transformaba en una brutal máquina destructiva que siempre enloqueció a toda multitud que tuvo la dicha de verlo pelear. Pese a que se retiró en 1988, no pierden brillo sus marcas de 22 y 21 victorias consecutivas por la vía del nocaut, par de rachas que hasta la fecha están situadas dentro de las más largas en la historia del boxeo
RICARDO «FINITO» LÓPEZ

51 VICTORIAS, 0 DERROTAS, 1 EMPATE, 38 KO)
Mantener el éxito es más difícil que alcanzarlo, pero más complejo es discernir el momento preciso para retirarse. En eso radica el gran mérito de Ricardo “Finito” López, quien dijo adiós invicto, con 51 victorias por tan solo un empate, además de cuatro títulos mundiales en dos divisiones diferentes: Paja (ahora llamada Mínima) y Minimosca, pero sobretodo, en pleno uso de sus facultades físicas y mentales. A esto hay que sumar que supo invertir la fortuna que acumuló. Ricardo se ganó el mote de “Finito” por su perfecta técnica de defensa y ataque, que le permitió realizar 22 defensas exitosas y ser, en la década de los 90´s, el amo y señor de la categoría Minimosca. Reinado que logró por su gran disciplina como boxeador profesional, producto de la educación militar recibida durante su infancia. Formado técnicamente por Arturo “Cuyo” Hernández e Ignacio Beristain, “Finito” López se volvió un ejemplo de lo que debe ser un pugilista durante y después de su carrera. Ahora que está retirado es un exitoso conferencista motivacional. Sin embargo su importancia como boxeador es infravalorada, a pesar de que es el campeón retirado invicto con más triunfos en la historia del boxeo, por encima de Rocky Marciano y Floyd Mayweather Jr.
RAÚL «El RATÓN» MACÍAS

(41 VICTORIAS- 2 DERROTAS, 25 KO)
Con cara de niño, pero de temible pegada, se convirtió en el primer gran ídolo del boxeo nacional, al provenir del corazón del barrio de Tepito y ser formado pugilísticamente en el célebre gimnasio “Jordán” de la colonia Centro. Sus raíces humildes, más sus facultades innatas, lo volvieron una especie de “Pedro Infante” para la gente, especialmente para las damas, durante la década de los 50´s. Sus seguidores salían a las calles y convertían en jolgorio sus defensas exitosas del cinturón gallo de la AMB, pero también lloraron como “tragedia nacional” su par de derrotas. Prueba de que esto no es una exageración es el hecho de que, tras su descalabro ante Billy Peacock, más de 10 mil personas acudieron al aeropuerto a otorgarle “palabras de aliento”. El mote de “El ratón” se debía a su corta estatura, por lo que siempre tenía que practicar con boxeadores de mucho mayor tamaño y peso, a quienes contrarrestaba con su espectacular velocidad en el juego de pies. Igual de veloz fue su retiro, pues colgó los guantes el 28 de febrero de 1959, con tan solo 24 años de edad, en una contundente victoria frente a Ernesto Parra. Aún resuena en la memoria de los románticos de “la Era dorada del box nacional” su mítica frase: “Todo se lo debo a mi mánager y a la virgencita de Guadalupe”.